19 de septiembre de 2008

"Batalla de los Navegadores de Internet: la Segunda Guerra por el Dominio de la Red"


Siguiendo con la repercusión que ha ocasionado el “lanzamiento del navegador de Google, pongo esta interesante análisis de Harold James, al respecto:



“Diez años después de su nacimiento, Google amenaza con reiniciar las "Guerras de navegadores" de los años 90, cuando Internet Explorer de Microsoft eliminó a su rival, Navigator de Netscape. Sin embargo, esta vez es Chrome de Google el que promete transformar la economía subyacente a toda la industria del software, y no sólo debido a su innovación técnica de vincular dos tipos muy diferentes de software en un navegador de Internet. Al hacerlo, elimina la necesidad de un programa como Windows, que anteriormente controlaba el acceso a todo tipo de software.




La nueva tecnología de Google es notable, y sin duda resultará siendo conveniente para muchos clientes una vez que se hayan resuelto los problemas iniciales de seguridad. Sin embargo, la innovación fundamental radica en otro aspecto. Chrome es un hito porque ofrece un enfoque completamente nuevo al dilema creado por el régimen legal y normativo de la política sobre competencia en las dos mayores jurisdicciones legales del mundo: Estados Unidos y la Unión Europea.




Entre 1995 y 1997, Explorer erradicó casi totalmente a Navigator, aunque al principio éste había abierto la Red Mundial a la mayoría de los usuarios y su predominio parecía imbatible. La mayor ventaja del Explorer no era tanto técnica, sino que Windows de Microsoft proporcionaba el software operativo de la abrumadora mayoría de los ordenadores. Como resultado, un navegador de Internet –y, de hecho, otros programas de medios- se podía integrar al marco de Windows como un paquete de software completo.




La capacidad de que los sistemas operativos y el software vinieran juntos facilitó mucho la vida al consumidor promedio. Simplemente recibían todo lo que querían (y, probablemente, mucho más) con la adquisición de un ordenador, pero esto también reducía la posibilidad de escoger, seleccionar y combinar programas diferentes. Los críticos de Microsoft se han quejado interminablemente sobre esto, afirmando que la integración del navegador al sistema operativo dejó fuera del camino opciones de software muy superiores.




Por ejemplo, muchos usuarios preferían el procesador de texto WordPerfect a Word de Microsoft, pero la facilidad de tener una solución integrada significó la ventaja de que el uso de Word se hizo más generalizado, llevando así a su rival a la extinción.




La ventaja de Microsoft, y su modelo de negocios, se remonta a otra prolongada batalla legal. Originalmente, el software para ordenadores no era un producto que se debía comprar, sino un servicio. IBM logró una posición enormemente dominante porque arrendaba en leasing un paquete individualizado y adaptado cuidadosamente a las necesidades del cliente. No vendía nada, ni ordenadores ni software. El modelo de leasing de IBM parecía desafiar toda la concepción legal de la política estadounidense sobre competencia creada en tiempos del Nuevo Trato.




Originalmente, el Presidente Franklin Roosevelt había querido controlar las empresas estadounidenses fijando niveles de precios, pero cuando la Corte Suprema de EE.UU. rechazó este enfoque, su administración comenzó a utilizar la política sobre competencias para retar las posiciones de las compañías que dominaban el mercado. Sin embargo, la política sobre competencia tiene grandes dificultades para tratar con industrias en que los avances técnicos pueden crear monopolios aparentemente instantáneos.




En línea con la idea de desafiar las posiciones dominantes, el Departamento de Justicia de EE.UU. comenzó en 1969 una importante investigación a IBM, que acababa de revolucionar la informática comercial con su línea de productos 360. El juicio se prolongó hasta que se lo desechó en 1982 por "carecer de mérito". Sin embargo, mientras el juicio antimonopolio siguiera representando una amenaza, IBM iba a estar nerviosa, por lo que comenzó a retroceder en su modelo de negocios. La posición actual de Microsoft es un resultado directo del juicio antimonopolio emprendido contra IBM.




Cuando IBM lanzó su ordenador personal, podría haberlo entregado fácilmente con su propio sistema operativo, manteniendo así su predominio. Sin embargo, preocupada de que las autoridades de EE.UU. la acusaran de intentar controlar un nuevo mercado, IBM dejó el Sistema Operativo de Disco (DOS) para los nuevos PC a cargo de una pequeña compañía nueva que nadie veía como una amenaza: Microsoft.




Por supuesto, Microsoft se metió en sus propios problemas legales cuando se hizo con la que era la posición dominante de IBM, enfrentando largas causas judiciales a ambos lados del Atlántico. La UE, que ha adoptado cada vez más el modelo estadounidense de leyes sobre competencia, comenzó los juicios contra Microsoft en 1993. Estados Unidos los comenzó sólo tras la victoria de Microsoft en las guerras de navegadores, con una causa que se inició en 1998. Al principio, ambas causas resultaron claramente adversas a Microsoft, con una sentencia en Estados Unidos en 2000 que habría exigido la desarticulación de la compañía, pero que más tarde fue revocada tras la apelación.




La posición de Google es tan interesante y potente porque la concepción legal que reta toda posición ascendente, incluso en una industria en la que parece natural el surgimiento de monopolios, sigue vigente. Arrendar en leasing software y hardware, como hizo IBM inicialmente, es problemático. Pero también lo es vender servicios informáticos de una sola vez, a la manera de Microsoft. En comparación, no puede haber nada malo en ofrecer servicios y productos gratuitos y luego simplemente aprovechar las oportunidades publicitarias resultantes.




El modelo de Google es un excelente ejemplo de lo que podría denominarse “economía posmoderna”. La fascinante historia de las innovaciones técnicas es que ha sido difícil, y sigue siéndolo, que los innovadores se beneficien de los avances tecnológicos radicales. Los productores de algodón de la época de la Revolución Industrial en Inglaterra no se enriquecieron demasiado, a pesar de que sus productos revolucionaron la higiene y la vida personal, e incluso ampliaron la expectativa de vida.




En nuestra propia época, viajar en avión se ha vuelto mucho más barato, pero las aerolíneas pierden dinero; llamar por teléfono ha dejado de ser prohibitivamente costoso, pero las compañías de telecomunicaciones pierden fortunas tratando superar ofertas en las licitaciones de los derechos de telefonía móvil. Google ha llevado a sus últimas consecuencias la lógica de la tecnología que causa pérdidas, al no cobrar nada por su producto”.




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