Una de las novedades norteamericanas en materia de series de TV de este verano es “Damages”, cuya estrella principal es Glenn Close.
Cuenta la historia de una joven abogada llamada Ellen Parsons (Rose Byrme), que aparece en mitad de la calle, desorientada, y con las manos ensangrentadas. Cuando la policía la identifica y acude a su piso, encuentran a su prometido muerto en la bañera. Este es el comienzo de una historia de maquiavelismo jurídico y no-jurídico, en el que se puede observar una implacable batalla entre dos bandos irreconciliables.
Por una parte tenemos a Arthur Frobisher (Ted Danson), que es un millonario que hizo invertir a sus trabajadores sus fondos de pensiones en acciones de su empresa, y cuando éstas habían alcanzado su máxima cotización, vendió sus propias acciones, ganando miles de millones, pero dejando en la ruina a sus empleados. Para la defensa de sus intereses, cuenta con un pérfido abogado (Ray Fiske), y algún que otro “oscuro profesional” dispuesto a pasarse la ley por el arco de Trajano si fuera necesario.
Frente a él, está Patty Hewes ( Glenn Close), una implacable abogada que despierta el odio de amigos y enemigos (llegando a haber sufrido un intento de asesinato en el pasado). Es extremadamente manipuladora: juega con la mente de sus adversarios y también con la de sus propios colaboradores, a los que utiliza como piezas de ajedrez. Su punto débil es un hijo adolescente que no deja de causarle problemas. Como es fácil de imaginar, a élla corresponde la representación de los empleados arruinados, pues siempre ha sentido la necesidad de proteger a los más débiles de la sociedad.
Por último, tenemos la historia personal de Ellen Parsons, desde que es contratada y manipulada por Patty Hewes, hasta que se llega a la situación descrita al inicio. La serie, a través de dos líneas temporales y de continuos flashbacks, nos narra sus vivencias personales y profesionales, y sobre todo, se centra en la peligrosa interferencia de las segundas sobre las primeras, y en las catastróficas consecuencias que se derivan de esta interferencia.
Para no reventar más el argumento, solo decir que esta serie se presenta como una impresionante batalla entre dos tiburones blancos: duros, implacables, inmisericordes, dispuestos a todo para ganar. La interpretación de los personajes es sublime, especialmente Glenn Close, y el ritmo argumental hace que siempre desees saber más.
En cada episodio te preguntas sobre si serán capaces de dar un pasito más en ese camino de perversidad, y siempre acabas teniendo la sensación de que tus expectativas, por pesimistas que fueran, se quedan cortas. Es una batalla en la que no se toman prisioneros.
Debo recomendar a todos los que deseen disfrutar de una magnífica obra televisiva, que se la descarguen de inmediato: ¡no decepcionará!
4 comentarios:
Me encantó The Tudors. Estoy deseando que empiece la segunda temporada. Y seguiré tu recomendación de nuevo.
¿Sabes cuando empieza Mujeres desesperadas en EEUU?
Yo vi el primer capítulo y Glenn Close me pareció una piscópata. Prefiero Boston Legal
Tus gustos de televisión son bastante elitistas. Seguro que no triunfan en una cadena generalista
No es elitista, simplemente tiene buen gusto. Seguro que tú prefieres ver a Ana Obregón haciendo de canguro
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