4 de octubre de 2008

"Rusia y China: Relaciones Económicas y Políticas entre 2 SuperPotencias"



Las segundas lunas de miel rara vez, si es que logran hacerlo, recuperan la pasión del amor ya ido. Y, sin embargo, desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, Rusia y China han buscado revigorizar las estrechas relaciones que supuestamente existieron entre la URSS y la China de Mao antes de la denuncia de Stalin por parte de Kruschev en 1956. Pero ese renovado matrimonio sino-ruso siempre pareció más motivado por la conveniencia -orientado a servir de contrapeso a la hegemonía estadounidense- que por un amor verdadero. Ahora la invasión de Rusia a Georgia ha significado un golpe hasta para la ilusión de una atracción.




En 1969, hubo fuego cruzado entre los ejércitos chino y soviético en el área fronteriza que disputaban. Recientemente, ambos países firmaron un acuerdo que pareció poner fin al largo contencioso, en una especie de consecuencia de la visita a Beijing de Dmitri Medvedev, que fijó a China como destino de uno de sus primeros viajes oficiales tras ser elegido presidente de Rusia.




Durante la presidencia de Vladimir Putin, las tropas chinas y rusas realizaron maniobras militares conjuntas, y ambos países se convirtieron en potencias dominantes de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que, en opinión de algunos observadores occidentales, parecía un esfuerzo por hacer contrapeso a la OTAN. Hubo también años en que se realizaron intercambios culturales de “Rusia en China” y “China en Rusia”, con la intención de subrayar que los unían no sólo el pragmatismo geopolítico, sino también genuinos lazos culturales e históricos.




No obstante, la realidad es que 17 años de cooperación bilateral de alto nivel han dado pocos resultados sustanciales. De hecho, tras la invasión a Georgia, China puede estar reconsiderando seriamente sus relaciones con Rusia. Puede que aún no esté lista para embarcarse en una política abierta de "contención", pero tras la mutilación de Georgia -y con Rusia reclamando una zona de "influencia estratégica" en todo el ex mundo soviético-, está claro que China ve a Rusia como una amenaza estratégica emergente.




Por ejemplo, se ha negado a sumarse al reconocimiento ruso de la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, y ha estimulado a otros miembros de la OCS a seguir esa postura. Las razones no son difíciles de comprender. Como principio general de política exterior, China considera que las fronteras nacionales son sacrosantas. A sus ojos, no se debe permitir a ninguna potencia, ni siquiera a las Naciones Unidas, modificarlas sin el consentimiento del país afectado.




Lo que es más importante, China ve la descomposición de la URSS como uno de los mayores regalos estratégicos de su historia. En lugar de enfrentar un imperio ruso/soviético (por lo general hostil) en sus fronteras, tras 1991 apareció un vasto conjunto de estados que sirven como barrera intermedia. El que sigan siendo independientes es visto ahora como algo esencial para la seguridad nacional de China. Como resultado, es probable que las futuras acciones rusas, si las hay, tendientes a establecer un protectorado incluso informal sobre los estados post soviéticos se enfrenten a la resistencia china, sobre todo tras lo ocurrido en Georgia.




Los componentes económicos de la relación sino-rusa –donde se prueban los verdaderos vínculos- también son poco satisfactorios, al menos desde el punto de vista de China. El principal interés de China en Rusia es el petróleo y el gas. Sin embargo, si bien Rusia está decidida a ser un importante proveedor de estos recursos para Europa, se muestra reticente a jugar un papel similar con China. Más aún, los esfuerzos de Rusia por lograr un control monopólico de las redes de gasoductos que cruzan Eurasia representan un peligro directo para China, ya que los dueños de los monopolios pueden no sólo esquilmar a sus consumidores, sino cortar el suministro con fines políticos, como Rusia ha hecho una y otra vez a lo largo de las últimas dos décadas. De modo que los intereses de seguridad nacional de China van en dirección a asegurarse de que las naciones que suministran gas en Asia Central tengan salidas para vender este recurso que no estén bajo el control del Kremlin.




Aparte del petróleo, el gas y otros productos básicos, China tiene intereses más bien limitados en Rusia. Rusia ha sudo un importante proveedor de armamento para China desde fines de los años 90, pero, dado el estancamiento de la ciencia y la tecnología rusas, incluso sus mejores equipos parecen anticuados hoy en día. De hecho, aunque la guerra en Georgia demostró los renovados bríos de combate del ejército ruso –al menos si se comparan con su ineptitud en las dos guerras chechenas de los 90- también dejó en evidencia los graves defectos de su tecnología militar. La mayoría de las armas utilizadas por los rusos eran cosa del pasado. Como China tiene ahora la capacidad de aplicar su propio poder tecnológico para producir sofisticadas armas, la utilidad de Rusia en esta área está desapareciendo rápidamente.




Tampoco tienen los chinos gran interés en asumir un control de facto de la parte asiática de Rusia, a pesar de los gritos de alarma de los gurús de estrategia rusos de que ese es el verdadero objetivo de China. Puede ser que China tenga interés en ciertas áreas fronterizas que poseen tierras fértiles y un clima benigno, pero difícilmente desee colonizar las heladas soledades de Siberia. De hecho, Siberia no es muy diferente de las propias tierras fronterizas chinas de montañas y desiertos donde hasta la agricultura es una tarea titánica. En cuanto al Lejano Oriente ruso, los chinos creen que tarde o temprano caerá a sus pies, por lo que no hay necesidad de apurar el proceso.




China está mucho más interesada en centrarse en los Estados Unidos, su principal socio comercial y rival, y en el Sur de Asia e Irán, que suministra gran parte del petróleo que utiliza y al que considera un aliado más fiable que Rusia. Así, el arreglo de la disputa fronteriza con Rusia no apuntaba tanto a un matrimonio geopolítico como a asegurar los respectivos patios traseros, lo que ofrece a ambos margen de maniobra adicional para explorar oportunidades en otras zonas.




Puede que lo que China quiere y lo que obtiene sean cosas bien diferentes. Con sus extensas fronteras con Rusia, China sabe que tiene mucho que perder si en su vecindad surge un nuevo imperio ruso alimentado por el petróleo.




1 comentarios:

Butzer dijo...

Esto de las relaciones internacionales es algo muy complejo. Penden de todas estas relaciones tantos intereses en tantos aspectos que es casi difícil analizar una postura o una decisión tomada sin ver pros y contras.

Ideas Libérrimas - 2008 -