27 de septiembre de 2008

"Rusia, Georgia, UE y la Guerra de los Gasoductos: Nabucco vs North Stream"





Siguiendo con la línea marcada por el post relacionado con "Gazprom, el arma energética de Rusia", creo interesante analizar la “estrecha relación que existe entre la Guerra de Osetia, y la construcción de los gasoductos que van a abastecer a la UE”.




Lo que en Rusia se conoce como «la guerra de agosto» tiene menos que ver con otra guerra fría como la que dividió Europa durante la segunda mitad del siglo XX que con el pulso estratégico por el gas y el petróleo del Caspio y de Asia central que libran desde hace años Rusia, los EEUU, la UE y China.




En la línea iniciada en 1982 por Ronald Reagan, el actual vicepresidente estadounidense, Dick Cheney, y el primer ministro británico, Gordon Brown, han intentado aprovechar los escarceos militares entre fuerzas rusas y georgianas del 7 al 12 de agosto para recabar nuevos apoyos a gasoductos no controlados por Moscú y reducir la dependencia energética europea de Rusia.




Tras la represión de Solidaridad en Polonia, los EEUU bloquearon la venta de equipos para la producción y el transporte del gas soviético, y lograron que los europeos limitaran sus importaciones de gas ruso al 30%.




En 2007, la UE importaba ya por los gasoductos existentes 147.500 millones de metros cúbicos de gas natural (el 50% del total) de Rusia, 86.100 millones (el 29%) de Noruega, 32.700 millones (el 11%) de Argelia y, por mar -en buques- otros 49.430 millones de Qatar, Egipto, Nigeria y Argelia.




Rusia -que canaliza el 80% de sus exportaciones a Europa a través del gasoducto que cruza Ucrania- considera una grave amenaza para su seguridad nacional la decisión del 19 de septiembre de 2007 de la Comisión Europea de limitar la expansión de Gazprom en la UE y, sobre todo, la apuesta de Bruselas por un nuevo gasoducto (apodado Nabucco en una cena en 2002 de los fundadores tras ver la ópera de Verdi) por Georgia, fuera de su control.




El diseño y la construcción de Nabucco estarían en manos del consorcio formado por la turca Botas, la austriaca OMV AG, la húngara MOL, Transgas de Rumania y la búlgara Bulgargaz. Con 3.500 kilómetros y capacidad para transportar unos 40.000 millones de metros cúbicos de gas natural por año a través del mar Caspio, el coste se estima en 11.600 millones de dólares.




«El conflicto de Georgia no tendrá ningún impacto en Nabucco ni en su planificación, que incluye los primeros envíos en 2013», insistía, sin demasiado convencimiento, en el Financial Times el 4 de septiembre Reinhard Mitschek, responsable ejecutivo del proyecto: «Tenemos tiempo suficiente para superar las dificultades políticas».




La respuesta de Rusia es muy anterior a la «guerra de agosto».En 2005 Gazprom firmó con las alemanas BASF y E.ON un acuerdo para construir un nuevo gasoducto por encima de Ucrania -el North Stream-, con un coste provisional de 12.000 millones de dólares, una longitud de 1.200 kilómetros, parte de ellos bajo el Báltico, y capacidad para transportar hasta 55.000 millones de metros cúbicos a partir de 2011.




El 23 de junio del año pasado Gazprom, presidida todavía por el entonces viceprimer ministro y hoy presidente Dimitri Medvedev, firmó con la italiana ENI un memorándum para realizar un estudio de viabilidad de otro gasoducto -South Stream- dirigido al sur de Europa, evitando Ucrania y Turquía, valorado en 15.000 millones de dólares y cuya entrada en servicio se prevé para 2012-2013.




Esos dos proyectos se ven reforzados por el acuerdo del 16 de octubre del año pasado para canalizar hacia Rusia buena parte del gas turkmeno, kazajo y uzbeko, la inclusión de Serbia en la nueva red rusa y la multiplicación de contactos para sumar a Irán a las viejas y nuevas redes, aprovechando su enfrentamiento con Occidente por el enriquecimiento de uranio.




Rusia, con un consumo interno creciente y muy subsidiado, yacimientos obsoletos con producción decreciente y una estructura burocrática que tiene poco que envidiar a la soviética, considera vital para su futuro el mantenimiento del control de los gasoductos dirigidos a Europa y la importación del gas del Caspio y de Asia central para sus necesidades internas.




Un éxito militar de Georgia-USA en Osetia del Sur habría debilitado la estrategia de Moscú ante todos sus vecinos y habría reforzado el proyecto Nabucco frente a los rusos. Desde que Putin sucedió a Yeltsin a finales de los 90, el Kremlin ha recuperado el control del sector gasístico (el 22% de la producción mundial) por medio de la empresa Gazprom y de la distribución del petróleo (sextas reservas y segundo productor mundial, tras Arabia saudí).




Desde el año 2000 los ingresos rusos por exportación de gas y petróleo se han multiplicado por seis, pasando de unos 70.000 millones a más de 400.000 millones de dólares anuales. La UE importa más de la mitad del gas y petróleo exportados por Rusia, que -a 300 dólares por 1.000 metros cúbicos de gas y a más de 100 dólares el barril de petróleo (159 litros)- el año pasado representó más del 60% de todos sus ingresos por exportaciones y alrededor del 30% de su producto interior bruto.




El éxito o el fracaso de Nabucco depende del apoyo de los principales consumidores europeos (Alemania e Italia sobre todo, que no parecen muy entusiasmados) y de que Turkmenistán, Azerbaiyán, Kazajstán -con el sucesor de George Bush, puede que también Irán- acepten llenarlo de combustible.




Es decir, tras la guerra en Osetia, en el fondo subyacía “la Guerra de los Gasoductos entre Rusia por una parte, y USA y la UE por otra”.

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