Dado que oficialmente ha entrado el otoño, y por tanto, todo el mundo ya ha vuelto de vacaciones, incluidos esos que prefieren reservarlas para las dos primeras semanas de septiembre y así no encontrarse la saturación de agosto; toca hoy tratar de uno de los “nuevos mitos creados por la sociedad moderna”: el síndrome postvacacional.
Todos los años, tras acabar las vacaciones de verano tenemos que aguantar un montón de “monsergas sobre el Síndrome Postvacaional”. A título personal me parece un ejemplo más de la afición del ser humano de quejarse por todo. Y es que hace unas cuantas décadas, nadie se quejaba de esto, pues las vacaciones eran mucho más reducidas o inexistentes. Ello por no hablar de los millones de personas que viven en régimen de explotación laboral absoluta (el pan de cada día en China) y que ni siquiera sueña con el concepto de vacaciones. Seguro que esos millones de personas se sentirían indignados si tuviera que ver quejándose al típico vago que tras un mes rascándose la barriga, ahora “sufre” por tener que volver a la oficina.
No obstante, hay algunos psicólogos que se la toman en serio…
El síndrome postvacacional (‘holiday blues’ internacionalmente) puede llegar a solaparse con algunas de las formas características de la depresión clínica: incapacidad de concentración, de planificación de agenda, insomnio, hastío, desidia, bloqueo de la capacidad de decisión, repuntes de agresividad, debilidad generalizada, astenia, sensación de vacío. La incapacidad de resolución en el trabajo conlleva el acumulado de este, generándose así un círculo vicioso que alimenta la sensación de depresión.
- Entre las manifestaciones más puramente físicas del síndrome están los problemas de estómago, las náuseas, la somnolencia durante el día, la taquicardia y la falta de apetito.
- El síndrome postvacacional no está aceptado como enfermedad en las clasificaciones internacionales, lo cual no quiere decir que no exista. Según algunos autores, se trata simplemente de un proceso de adaptación doloroso pero necesario, proceso cuyo fracaso genera desajustes pero no enfermedad. Según otros autores, sin embargo, es enfermedad en tanto que afecta a nuestra esfera de salud general.
- Una de las mayores dificultades que presenta el síndrome, y que repercuten sobre su calificación, es el hecho de que cursa con intensidad y formas variables que pueden dificultar su detección, generándose así una incomprensión hacia las personas que están sufriendo de este mal.
- En España, el perfil prototípico de afectado por el síndrome postvacacional es un hombre o mujer trabajador por cuenta ajena con una horquilla de edad entre los 25 y los 40 años. Las encuestas muestran que el 35% de los trabajadores españoles lo padece en algún grado.
- Los síntomas del síndrome postvacacional suelen desaparecer a los pocos días pero ya empiezan a adquirir una consistencia de preocupación si permanecen hasta las dos o tres semanas.
- En términos generales, los problemas al fin de las temporadas festivas son conocidos desde antiguo. En EEUU, por ejemplo, las tasas de suicidio comienzan a repuntar tras Acción de Gracias y siguen elevadas hasta después de Año Nuevo. La mayor tasa de petición de separaciones y divorcios tiene lugar, en España, a la conclusión del verano.
- Entre las causas que pueden propiciar la aparición del síndrome postvacacional están la adaptación previamente insuficiente al ámbito laboral, la falta de motivación laboral, las vacaciones largas o agotadoras, las expectativas irrealistas en la preparación de las vacaciones y su vivencia como responsabilidad y frustración.
- En el regreso:
- Regresar de modo paulatino a la rutina del horario de oficina, ya en vacaciones.
- Regresar anticipadamente a nuestro lugar de residencia para irse aclimatando.
- Incorporarse a la mitad de la semana al puesto de trabajo.
- Tomarse un tiempo para ponerse laboralmente al día.
- En vacaciones:
- Cuidar los básicos: comer bien, descansar abundantemente, hacer ejercicio.
- Establecer objetivos realistas para las vacaciones: organizar prioridades, hacer listas, sujetarse a un presupuesto, planear el propio tiempo.
- Puede permitirse sentimientos de tristeza o melancolía en el entendido de que no son inhabituales.
- Conocer gente nueva, ‘mimarse’ un poco, no ‘engancharse’ al pasado.
En conclusión, que no se debe pasar del relajamiento absoluto al stress brutal en la oficina de un día para otro, sino que hay que hacer una adaptación progresiva…
Seguro que por una “conclusión tan clarividente” aspiran a ganar el Nóbel de Medicina… En fin, lo que hay que aguantar…
1 comentarios:
¿Síndrome P-V o del "Quemado-que-vuelve-de-vacaciones"? En España decimos que 'si el trabajo es salud, viva la gripe'. El sueño dorado hispánico es llevárselo crudo sin pegar palo, o a jornada intensiva. Por qué si no perdemos el culo por ser funcionarios.
P. D. Hay otra 'nueva etapa' en la que se ha incrementado en número de divorcios: entre los prejubilados.
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