Los parques tecnológicos surgieron en USA al abrigo de los contratos que el Ejército norteamericano firmó con las universidades más punteras del país: eran los años cincuenta, en plena guerra fría, cuando las Fuerzas Armadas necesitaban artilugios muy sofisticados para luchar contra “el monstruo soviético”. Así, centros universitarios de primer nivel, como Stanford o el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), crearon los primeros parques industriales junto a sus campus para aplicar el conocimiento de sus científicos al desarrollo de productos de alto valor añadido que les encargaba el Ejército y que luego tuvieron salida a los mercados.
El en caso de España, llegaron a principios de los 80, cuando las Comunidades Autónomas estrenaban competencias, pues todas éllas pugnaban por crear espacios de excelencia empresarial y acoger a emprendedores e innovadores, y vinculados al desarrollo científico de las universidades. Hoy forman una red de 25 espacios empresariales repartidos por toda España y otros 54 están pendientes. En apenas 30 años han acogido la creación de más de 2.600 nuevas empresas tecnológicas con casi 80.000 empleos cualificados de los que 12.000 se dedican a tareas de investigación.
Sin duda ha sido una gran expansión desde la creación del primero de todos éllos, que fue el Parque Tecnológico de Vizcaya en Zamudio, cerca de Bilbao. Le siguieron Madrid, Cataluña. Comunidad Valenciana, Castilla y León y Andalucía.
Como se ha mencionado, estos espacios tienen una estrecha vinculación con las universidades, ya que un parque tecnológico sin una universidad, sin científicos en ejercicio que apliquen su conocimiento, no puede llevar ese nombre. Desde la perspectiva universitaria, un parque tecnológico es un espacio de excelencia donde se facilita la transferencia del conocimiento y la investigación a las empresas y al mercado. Encarnan la proyección del mundo científico sobre el sector empresarial, dos mundos tradicionalmente muy distanciados en países no anglosajones. Y aunque esta lejanía se ha intentado corregir, no siempre ha habido éxito: el despegue inicial de los parques se truncó con la crisis tecnológica de los noventa y el descalabro de las puntocom.
El pinchazo de la burbuja tecnológica supuso un importante batacazo para estos espacios, pero sin embargo, en países anglosajones, han sabido reciclarse investigando y desarrollando tecnología punta. Sin embargo, en países más “intervencionistas” como España, el desarrollo de proyectos en los mismos, depende de las subvenciones de la administración pública de turno, lo que ocasiona una total falta de dinamismo.
Desde el punto de vista económico, la otra “pata” en la que se apoyan los parques, con varias líneas de crédito gestionadas por los propios parques que van desde las subvenciones directas a la creación de empresas y la formación de sus directivos. No obstante, cualquiera puede imaginarse que la financiación es aún insuficiente si se quiere llegar a estar en los puestos punteros de las naciones tecnológicamente desarrolladas.
Porque en el fondo subyace una cruda realidad: las empresas no invierten en investigación para el desarrollo tecnológico, sino que se limitan a comprar el producto extranjero. Las principales razones para esto son:
- El escaso conocimiento y valoración por parte de las empresas de los servicios que prestan las oficinas de transferencia de tecnología.
- El hecho de que la investigación que desarrollan las universidades y organismos científicos no está suficientemente orientada hacia las necesidades tecnológicas y de mercado de las empresas.
En conclusión, si se quiere romper la brecha tecnológica, hay que conseguir una “comunidad de intereses” entre las empresas y los organismos de investigación científica, para que las primeras decidan gastarse buena parte de sus presupuestos en investigación; y para que los segundos sigan líneas de desarrollo orientadas a satisfacer las necesidades empresariales. De lo contrario, la investigación científica y el desarrollo tecnológico seguirán dependiendo de las “caritativas y simbólicas subvenciones” del gobierno de turno.
Y este análisis de caso español, es absolutamente exportable a otros muchos países, ya que, desgraciadamente, el intervencionismo estatal, y la afición a ponerle obstáculos a la libertad económica están muy expandidas: ahí tienen el caso venezolano, en el que el Estado de Chávez trata de “controlarlo absolutamente todo”.
7 comentarios:
Con la actual politica intervencionista y de subvenciones,la viabilidad de los Parques Tecnológicos es una químera.
Hay que ejercitar más la libertad económica para tener una economía basada en la tecnología y no en la mano de obra barata
En un intervencionismo absoluto (vamos, dictadura) como en Venezuela no existe la investigación + desarrollo + innovación. Dudo que Chavez sepa que es eso.
En cuanto a España, el gobierno ha demostrado y demuestra que no es una de sus prioridades y viendo lo que hacen con la educación (nefasta) de las futuras generaciones ¿que es lo que nos espera?
Como ya han dicho, si solo se depende de lo que invierta el estado, arreglados vamos, porque los políticos no tienen ni puta idea de ciencia
Compai, siento decirte esto, pero en Venezuela, el presente es lo más preocupante... Si Hugo sigue mucho tiempo, el futuro directamente dejará de existir.
Hay un problema adicional al intervencionismo: el divorcio integral entre empresa y universidad en España, donde una parte del profesorado acomodado en la poltrona incrementan sus ingresos por medio de la venta de sus libros o textos, imprescindibles para aprobar la asignatura. Con ello no quiero generalizar pues otros se preocupan por investigar, reciclarse, etc. Los alumnos tampoco estamos libres de pecado: durante mi etapa estudiantil la inmensa mayoría le preocupaba obtener un título de licenciad@ y punto. Así es el país de Alatriste.
Sí, muchos alumnos van a pasar el rato a la facultad.... y después a las listas del paro. Triste...
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