No cabe la más mínima duda de que uno de los sectores económicos más denostados en la actualidad es el de la construcción. Y es que años y años sufriendo la “fiebre del ladrillo” llegaron a crear una burbuja inmobiliaria de tales magnitudes, que al explotar ha dejado millones de damnificados.
Debido a la mágica combinación de préstamos baratos gracias a los bajos intereses que se pagaban, unido a una revalorización anual de los inmuebles que rondaba el 15%, hacía que el número de especuladores aumentara de forma exponencial. No había que ser un tiburón de las finanzas para comprar un piso sobre plano a un precio X, y revenderlo dos años después, cuando ya estuviera edificado, obteniendo una plusvalía del 30%. Cualquiera podía hacerlo, y miles de personas se enriquecieron gracias a estas tácticas financieras.
Desgraciadamente la burbuja inmobiliaria explotó, y la sociedad española se ha dado cuenta de que tener una economía diversificada es infinitamente más sano que el monocultivo del ladrillo. Y es que, España ha basado su éxito económico en la burbuja inmobiliaria, y en el turismo masificado, dándole una importancia mínima a otros sectores. No obstante, ahora las cosas parecen cambiar, y se pretende introducir un nuevo modelo económico en el que primen el sector industrial, las nuevas tecnologías, las energías renovables, y la mágica combinación I+D+I (investigación + desarrollo +innovación). Parece que por fin se ha dejado atrás la máxima de Valle Inclán “que inventen ellos”, y este país se está reorientando a una nueva perspectiva de diversificación económica.
A título individual siempre he dicho que la estructura económica de un país, debe ser como la dieta de una persona: variada. Solamente así se evitan las “enfermedades”. Ahora bien, aunque no cabe la más mínima duda de que la economía española debe diversificarse, y apostar por la innovación tecnológica, creo que no debemos caer en el extremismo pendular que nos lleve a pasar de la adoración por el ladrillo, a su demonización. Lo sé, puede parecer contradictorio, pero si analizamos detenidamente las circunstancias, nos daremos cuenta de que España goza de una posición óptima para seguir desarrollando el sector de la construcción (sin que esto signifique volver a las andadas especulativas que hemos sufrido los últimos años).
Y ello se debe a que España cuenta con unos criterios geográficos y unas condiciones de habitabilidad óptimas que le hacen estar en una cortísima lista de sitios privilegiados a nivel mundial (California, la costa de Nueva Gales del Sur, parte de Argentina y el sur de Sudáfrica, Arizona, Florida), para desarrollar una floreciente industria de la construcción.
A nivel mundial, las emergentes generaciones de nuevos ricos sueñan con poseer casas en Mallorca, Canarias, Marbella, o nuestra costa mediterránea. Los jubilados de los países del centro y norte de Europa, se mueren por retirarse en alguna de las costas españolas, ya sea mediante residencia permanente, o con una segunda residencia vacacional. Y por descontado, los trabajadores de esos mismos países, acostumbran a pasar sus vacaciones en la soleada España.
Cierto es que el Mediterráneo Oriental va ganando cuotas tanto en el sector turístico como en el residencial. Sin embargo, España cuenta, entre otras muchas, con la ventaja climatológica: a medida que se aproxima uno a Siberia el clima se vuelve mucho más continental y menos mediterráneo, y ello se traduce en que, por ejemplo, Atenas puede tener 40ºC en verano frente a 35 de Alicante, y 0 grados en invierno frente a los 10 de Alicante, a la par que nos encontramos 700 mm de lluvia al año en Atenas frente a solo 300 de Alicante. Si a esto le unimos el altísimo nivel de servicios que ofrece España frente al resto de competidores de la ribera mediterránea, sobre todo a nivel sanitario, financiero, de seguridad jurídica etc; la ventaja española aumenta considerablemente.
Ello hace que se genere un potencial de creación de riqueza ingente: cada europeo que pasa largas temporadas en España no solo invierte cientos de miles de euros en una casa, sino que además se gasta todos los meses su pensión de aproximadamente 2.000 euros, o sus ahorros. A ello le añadimos que se calcula que en España hay no menos de 2 millones de europeos residiendo la mayor parte del año. Si hacemos cálculos de lo que esto implica, nos daremos cuenta de que esto supone un gasto aproximado (entre consumo e hipoteca) de 3000 euros mensuales, que multiplicados por el número total de europeos residentes, nos ofrecen un total de 72.000 millones de euros anuales.
Como se puede observar, es un negocio potencial increíble. Si somos capaces de administrarlo sabiamente para no caer en los errores pasados, es decir, si se ejerce un eficiente control financiero, y se establece una normativa urbanística suficientemente clara, como para que el modelo no fracase a manos del corruptible concejal urbanístico de turno, sin duda España puede una magnífica vía para generar riqueza.
Soy consciente de que soltar esta teoría precisamente en este momento es impopular, porque nos encontramos en una fase en el que el “fervor industrial” vuelve a estar de moda: todo el mundo quiere industria al estilo alemán o norteamericano como nuevo motor generador de riqueza. Sin embargo, debemos darnos cuenta de un elemento diferencial que se ha introducido en el ámbito de la industria: los países emergentes asiáticos.
Hasta no hace mucho, tanto Alemania como USA contaban con la ventaja de una superioridad tecnológica absoluta, que hacía sus productos imbatibles. No obstante, los países asiáticos cada día van tomando mejores posiciones. Si China ha sido capaz de desarrollar un programa espacial con tecnología propia, ¿qué le va a impedir desarrollar una industria automovilística o industrial con un nivel tecnológico equiparable al europeo o norteamericano en muy pocos año? A día de hoy, sus productos tienen un nivel de calidad sustancialmente inferior, pero todos sabemos que son imparables porque tienen ingentes reservas de divisas, una capacidad exportadora gigantesca, y un capital humano infinito.
Ante este panorama económico, España debe aprovechar su ventaja competitiva en el ámbito de la construcción, como método patrio para generar riqueza. Y repito, ello no debe hacernos abandonar la investigación o innovación tecnológica. Debemos estar en la vanguardia de las tecnologías para asegurarnos otra pata del banco que sostenga nuestra economía. Pero no debemos abandonar uno de los pilares básicos de la misma: el denostado ladrillo.
Y aunque esta “peculiar teoría” que expongo hoy pueda sorprender a algunos, solamente les rogaría que hiciéramos una comparativa dentro de los diferentes estados de USA, para examinar a los que apostaron por el sector industrial frente a los que apostaron por la construcción. Las conclusiones son demoledoras: los grandes bastiones industriales como Detroit, Cleveland o Pittsburg están hundidos. Frente a ellos, estados como California, Florida, Nueva York, Texas, Arizona o Nevada, tienen una economía infinitamente más desarrollada, y sus habitantes gozan de un nivel de vida mucho más alto que sus conciudadanos de estados industriales.
Ninguno de estos últimos estados renunció a tener una buena cuota de sector industrial, o de apuesta por la tecnología, investigación o innovación; pero se dieron cuenta de que desarrollar el sector residencial en sus territorios era una buena opción, porque tenían unas condiciones específicas que le otorgaban una ventaja competitiva sobre el resto del país.
En España deberíamos plantearnos una profunda reflexión sobre el modelo económico que queremos, aprender de los errores ajenos (y de los propios), y tomar una decisión que nos garantice un futuro económicamente viable, sin pasarnos de un extremo al otro; de forma que se pueda generar una avalancha de puestos de trabajo que acabe paliando la epidemia económica que nos aflige, y que el “doctor ZP” no tiene ni idea de cómo curar.
Debido a la mágica combinación de préstamos baratos gracias a los bajos intereses que se pagaban, unido a una revalorización anual de los inmuebles que rondaba el 15%, hacía que el número de especuladores aumentara de forma exponencial. No había que ser un tiburón de las finanzas para comprar un piso sobre plano a un precio X, y revenderlo dos años después, cuando ya estuviera edificado, obteniendo una plusvalía del 30%. Cualquiera podía hacerlo, y miles de personas se enriquecieron gracias a estas tácticas financieras.
Desgraciadamente la burbuja inmobiliaria explotó, y la sociedad española se ha dado cuenta de que tener una economía diversificada es infinitamente más sano que el monocultivo del ladrillo. Y es que, España ha basado su éxito económico en la burbuja inmobiliaria, y en el turismo masificado, dándole una importancia mínima a otros sectores. No obstante, ahora las cosas parecen cambiar, y se pretende introducir un nuevo modelo económico en el que primen el sector industrial, las nuevas tecnologías, las energías renovables, y la mágica combinación I+D+I (investigación + desarrollo +innovación). Parece que por fin se ha dejado atrás la máxima de Valle Inclán “que inventen ellos”, y este país se está reorientando a una nueva perspectiva de diversificación económica.
A título individual siempre he dicho que la estructura económica de un país, debe ser como la dieta de una persona: variada. Solamente así se evitan las “enfermedades”. Ahora bien, aunque no cabe la más mínima duda de que la economía española debe diversificarse, y apostar por la innovación tecnológica, creo que no debemos caer en el extremismo pendular que nos lleve a pasar de la adoración por el ladrillo, a su demonización. Lo sé, puede parecer contradictorio, pero si analizamos detenidamente las circunstancias, nos daremos cuenta de que España goza de una posición óptima para seguir desarrollando el sector de la construcción (sin que esto signifique volver a las andadas especulativas que hemos sufrido los últimos años).
Y ello se debe a que España cuenta con unos criterios geográficos y unas condiciones de habitabilidad óptimas que le hacen estar en una cortísima lista de sitios privilegiados a nivel mundial (California, la costa de Nueva Gales del Sur, parte de Argentina y el sur de Sudáfrica, Arizona, Florida), para desarrollar una floreciente industria de la construcción.
A nivel mundial, las emergentes generaciones de nuevos ricos sueñan con poseer casas en Mallorca, Canarias, Marbella, o nuestra costa mediterránea. Los jubilados de los países del centro y norte de Europa, se mueren por retirarse en alguna de las costas españolas, ya sea mediante residencia permanente, o con una segunda residencia vacacional. Y por descontado, los trabajadores de esos mismos países, acostumbran a pasar sus vacaciones en la soleada España.
Cierto es que el Mediterráneo Oriental va ganando cuotas tanto en el sector turístico como en el residencial. Sin embargo, España cuenta, entre otras muchas, con la ventaja climatológica: a medida que se aproxima uno a Siberia el clima se vuelve mucho más continental y menos mediterráneo, y ello se traduce en que, por ejemplo, Atenas puede tener 40ºC en verano frente a 35 de Alicante, y 0 grados en invierno frente a los 10 de Alicante, a la par que nos encontramos 700 mm de lluvia al año en Atenas frente a solo 300 de Alicante. Si a esto le unimos el altísimo nivel de servicios que ofrece España frente al resto de competidores de la ribera mediterránea, sobre todo a nivel sanitario, financiero, de seguridad jurídica etc; la ventaja española aumenta considerablemente.
Ello hace que se genere un potencial de creación de riqueza ingente: cada europeo que pasa largas temporadas en España no solo invierte cientos de miles de euros en una casa, sino que además se gasta todos los meses su pensión de aproximadamente 2.000 euros, o sus ahorros. A ello le añadimos que se calcula que en España hay no menos de 2 millones de europeos residiendo la mayor parte del año. Si hacemos cálculos de lo que esto implica, nos daremos cuenta de que esto supone un gasto aproximado (entre consumo e hipoteca) de 3000 euros mensuales, que multiplicados por el número total de europeos residentes, nos ofrecen un total de 72.000 millones de euros anuales.
Como se puede observar, es un negocio potencial increíble. Si somos capaces de administrarlo sabiamente para no caer en los errores pasados, es decir, si se ejerce un eficiente control financiero, y se establece una normativa urbanística suficientemente clara, como para que el modelo no fracase a manos del corruptible concejal urbanístico de turno, sin duda España puede una magnífica vía para generar riqueza.
Soy consciente de que soltar esta teoría precisamente en este momento es impopular, porque nos encontramos en una fase en el que el “fervor industrial” vuelve a estar de moda: todo el mundo quiere industria al estilo alemán o norteamericano como nuevo motor generador de riqueza. Sin embargo, debemos darnos cuenta de un elemento diferencial que se ha introducido en el ámbito de la industria: los países emergentes asiáticos.
Hasta no hace mucho, tanto Alemania como USA contaban con la ventaja de una superioridad tecnológica absoluta, que hacía sus productos imbatibles. No obstante, los países asiáticos cada día van tomando mejores posiciones. Si China ha sido capaz de desarrollar un programa espacial con tecnología propia, ¿qué le va a impedir desarrollar una industria automovilística o industrial con un nivel tecnológico equiparable al europeo o norteamericano en muy pocos año? A día de hoy, sus productos tienen un nivel de calidad sustancialmente inferior, pero todos sabemos que son imparables porque tienen ingentes reservas de divisas, una capacidad exportadora gigantesca, y un capital humano infinito.
Ante este panorama económico, España debe aprovechar su ventaja competitiva en el ámbito de la construcción, como método patrio para generar riqueza. Y repito, ello no debe hacernos abandonar la investigación o innovación tecnológica. Debemos estar en la vanguardia de las tecnologías para asegurarnos otra pata del banco que sostenga nuestra economía. Pero no debemos abandonar uno de los pilares básicos de la misma: el denostado ladrillo.
Y aunque esta “peculiar teoría” que expongo hoy pueda sorprender a algunos, solamente les rogaría que hiciéramos una comparativa dentro de los diferentes estados de USA, para examinar a los que apostaron por el sector industrial frente a los que apostaron por la construcción. Las conclusiones son demoledoras: los grandes bastiones industriales como Detroit, Cleveland o Pittsburg están hundidos. Frente a ellos, estados como California, Florida, Nueva York, Texas, Arizona o Nevada, tienen una economía infinitamente más desarrollada, y sus habitantes gozan de un nivel de vida mucho más alto que sus conciudadanos de estados industriales.
Ninguno de estos últimos estados renunció a tener una buena cuota de sector industrial, o de apuesta por la tecnología, investigación o innovación; pero se dieron cuenta de que desarrollar el sector residencial en sus territorios era una buena opción, porque tenían unas condiciones específicas que le otorgaban una ventaja competitiva sobre el resto del país.
En España deberíamos plantearnos una profunda reflexión sobre el modelo económico que queremos, aprender de los errores ajenos (y de los propios), y tomar una decisión que nos garantice un futuro económicamente viable, sin pasarnos de un extremo al otro; de forma que se pueda generar una avalancha de puestos de trabajo que acabe paliando la epidemia económica que nos aflige, y que el “doctor ZP” no tiene ni idea de cómo curar.
3 comentarios:
Hola caballero Adamianto:
el problema que tenemos con el derribo de la construccion es lo que ella así misma arrastra.
como cristaleros, carpinteros fontaneros electricistas transporte ,plantas cementeras
fabricas de toda clase, donde los consumidores eran las constructoras
todo eso está ahora parado y con grandes almacenamientos retenidos de material.
Y por otra parte todos los obreros arquitectos,delineantes que se quedan si poder ejecutar proyectos
Osease que más de medio país esta parado¿Como se puede generar empleo si tampoco tenemos industria ?
estimado Adamantio:
Ruego perdones el lapsus
Adamianto=queria decir Adamantio
Un saludo y gracias
Lo que hay que hacer es crear un sector industrial, pero sin desdeñar la importancia de la construcción. Es decir, no hay que caer en las tendencias pendulares sobre el ladrillo.
Además, como bien apuntas, hay demasiada gente en parao, con profesiones relacionadas con la construcción que no se puedeb dejar a la intemperie económica.
Hay que realizar una modificación progresiva del modelo.
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